El señor Joseph Aloisius
Ratzinger, santificado sea
su nombre, fue ascendido a jefe supremo de la iglesia un 19 de abril del 2005.
En aquellos días, muchos aprendimos a base de fumatas cómo eran los cónclaves eclesiásticos
y qué procedimientos se seguían para elegir a un papa. Don Ratzinger Z (como lo
llamaron algunos) decidió tomar como nombre artístico el de Benedicto XVI.
Supongo que los medios de comunicación nos explicarían por qué lo hizo. Pero muchos
lo hemos olvidado. Así que quiero contaros hoy una historia que ha llegado a mis
oídos: la de Benedicto XV.
Para empezar la historia tenemos que remontarnos muy lejos, a una época
en que la iglesia era poder político en Roma y dominaba casi todo lo que hoy es
el anillo central de la ciudad. Digamos que nos trasladamos a mediados del
siglo XIX. Vayamos, por ejemplo, hasta 1846. En ese año Pío IX había sido ungido
papa en medio de muchas polémicas. Muchos consideraban a Pío IX demasiado progresista
y otros lo acusaban de permanecer indiferente al dominio austríaco en la región
italiana. Por entonces, la Iglesia era la “hostia”. Mandaba de verdad. De
hecho, Pío IX había liberado a muchos presos políticos, de modo que el mosqueo
del pueblo era considerable… Hasta que claro ocurrió lo que tenía que ocurrir.
La gente dijo basta y los insurgentes acabaron dominando Roma y proclamando la
República, con Pío ahuecando el ala y el poder papal en la cuerda floja. Era
una época de inestabilidad política y de incertidumbre en Roma.
En 1861, Víctor Manuel II había decidido unificar Italia (fijando la
capital en Florencia) pero miraba de reojo a Roma, esperando que las cosas
estuviesen bien para meterle mano al asunto y terminar de liquidar el poder
eclesial en la ciudad. Pasaron los años y en 1870, Víctor Manuel II dijo: “hasta
aquí hemos llegado” y mandó a sus tropas entrar en Roma. Lo hicieron sin
problemas y los religiosos acabaron “recluidos” en una esquinita de la ciudad,
donde permanecieron “sin ser molestados”. Ese lugar, entorno a la Basílica de
San Pedro, es lo que hoy se conoce como el Estado Vaticano, que no fue reconocido
como tal estado hasta el Tratado de Letrán en 1929, que firmó Pio XI con Mussolini.
Y aunque Pío XI se ha llevado los honores de firmar ese tratado, lo cierto es
que las conversaciones las inició nuestro protagonista de hoy: Benedicto XV.
¿Y dónde nos lleva todo esto? Pues esto nos lleva a tres lugares
importantes de la ciudad. El primero es el monumento a Victor Manuel, que está
situado en la plaza Venecia y es para mí el lugar más impresionante de Roma. Es
una edificación sencillamente impresionante.
El otro lugar de nuestra historia es el Vaticano, que ahora mismo es una
pequeña zona de Roma (es como el barrio de cualquier otra ciudad en dimensiones).
Y el tercer lugar es el Castell de Sant’ Angelo, donde estuvieron
recluídos los presos que liberó Pío, y que está bastante cerca del Vaticano (por cierto, si miráis la foto del castillo veréis que en el puente que hay antes, hay estatuas a cada lado: cada una de ellas lleva en sus manos un elemento representativo de la muerte de jesús: la esponja, la corona de la espinas, la lanza, el letrero de INRI...).
Si venís a Roma, tenéis que ver esos tres lugares, Sí o Sí...
Y aquí termina la clase de historia de hoy. ¿Os ha gustado?
Se te ha olvidado el pasillo Vaticano, para que el Papa pasara sin ser visto desde El Vaticano al Castel.
ResponderEliminar¡Cierto! Que los papas eran muy listos ellos y se escondían por los pasillitos... :)
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarPues ha sido muy interesante la clase de historia, si...
¿Sabes? allá por 1861 cuando se debatía la cuestión italiana, la Reina Isabel-II estaba en contra (alentada por el papa) mientras que el consejo de ministros estaba a favor. En Valladolid, donde recaló la Reina por esas fechas (creo que fue en 1862, tendría que mirarlo) de camino a su estancia estival en Zarauz, los periódicos reflejaron muy bien las posiciones enfrentadas de ambas concepciones. Fue en el trascurso de ese viaje cuando la Reina se desprendió de su amante de turno, se entrevistó con el Emperador francés en Biarrizt, y se decantó por apoyar la independencia italiana en contra de su propia voluntad, como afirmó en algún diario. Este apoyo de la monrquía católica española fue decisivo para el tema, donde también se dilucidaba el contencioso franco-alemán... Un periodo histórico interesantísimo el que estas viviendo vía monumental,Isma... ¡¡que envidia!!
Besos.AlmaLeonor
¡Hola!
ResponderEliminarFue en 1865, durante su tercera visita a Valladolid. Un año que preludiaba su final.
Besos.AlmaLeonor